Pensaba en ti constantemente, y tú en mí. Estábamos sincronizados, cuándo tú te acercabas, yo me acercaba; cuando tú me besabas, yo te besaba…
Te quería, y lo sabías. Pero esas dos palabras, ocho letras, no daban salido de mi boca. Esas dos palabras eran mucho más fuertes que un simple “bésame”, y por ello, ese miedo atroz a equivocarme.
Pasaron los días y nos fuimos distanciando y, contradictorio o no, cuánto más me alejaba, más te conocía y más te necesitaba cerca.
Pero cuando esas dos palabras salieron de mi boca, era demasiado tarde. Fue entonces cuando comprendí la expresión “un amor de verano”. Tú lo habías sido.